Un gran ventanal delante de mí. Una gota resbala por el vidrio, y luego otra... y luego otra. Afuera llueve, eso lo sé.
Suspiro y me aferro aún más a tu cálido pecho. Sonríes, eso te gusta. Cierro los ojos y me doy cuenta de que lo que veo es tu cuerpo junto al mío, tal como en la realidad.
Me remuevo un poco en mi lugar, y muevo sin querer uno de tus brazos y la suave frazada roja que nos envuelve.
Algo dices, aunque no puedo descifrar qué. Vuelvo a sonreír, reafirmando mi decisión de amarte por siempre.
Te amo, te amo, y me encantaría pasar toda mi vida contigo.
Viendo llover desde este sofá, a tu lado, abrazados, me voy quedando dormido. Obviamente, muy obviamente, con una sonrisa en el rostro.
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