jueves, 15 de julio de 2010

Bailar bajo la Luna

[Ésta historia tiene algún tiempo. Quizá la hayas leído alguna vez...]


-Acuéstate a mi lado.
Nora extendió los brazos y los movió lentamente de arriba a abajo. Su piel hacía contacto con la hierba. Cerró los ojos un momento para sentir el aroma de la noche.
-El pasto está helado -respondió él.
-También tu corazón. ¡Vamos, acompáñame! Veamos juntos las estrellas. Hace ya seis años que no nos vemos. ¡Acompáñame! ¿Por favor?
Él se agachó y se agazapó a su lado, quedando su cuello sobre el brazo extendido. Un estremecimiento le recorrió la espalda con el contacto de la fría piel. Nora sonrió y abrió los ojos.
-Soñaría una noche como ésta toda la noche -dijo él; un trozo de melancolía asomó en su rostro-. Hace tiempo no veo la luna así, brillante, llena. Y hace tiempo que no sueño.
-Acércate un poco.
-...
-¿Sabes? Hace tiempo que yo tampoco sueño. Creo que han sido tiempos difíciles.
A los lejos, suave, se escuchaba una melodía triste, afligida. Un jazz o un blues desconocido cuyas notas iban y venían, iban y venían. Notas que subían, que bajaban, que lloraban, que sufrían. Notas de una canción especial y melancólica.
-¿Cuándo fue la última vez que estuvimos así, Nora? Tú, yo, la noche. ¿Cuándo?
Nora pensó un momento. Una lágrima cayó de su mejilla.
-Hemos cambiado -susurró-. Tú... y también yo. Ya no somos los mismos chicos de antes. Han pasado seis años. Desde que te fuiste, hemos cambiado.
-Mucho tiempo. Y sin embargo, mis sentimientos no han cambiado.
-La noche es muy linda, ¿no crees? La luna está hermosa. Y la música... ¡Oh, Dios, cómo me gusta esta música!
Nora se puso de pie de un salto y cerró los ojos para que el viento trajera a sus oídos aquella triste melodía que se escuchaba a lo lejos, para que trajera la música, y para que se llevara el dolor. Él se paró y se quedó a su lado observándole, con los ojos hechos vidrio, y las manos empuñadas, firmes. En ese instante, el sonido de miles de estrellas explotando en la noche, suavemente, hizo que ella abriera los ojos.
Que finalmente, después de seis años, abriera los ojos.
-Ven. Bailemos -dijo ella.
Ambos dieron un paso. Él la tomó de la cintura y Nora se aferró de sus hombros con fuerza. Comenzaron a moverse bajo la luz de la luna, subiendo, bajando, llorando y sufriendo con la canción que, quizá, seis años atrás, debía haber soñado.
-Cuando fuimos extraños, recuerdo que te miraba sin parar desde lejos -murmuró él.
-...
-Y cuando fuimos amantes, te amé con todo mi corazón.
Nora derramó una lágrima. Él besó suavemente su frente y, con ambas manos, corrió su cabello hacia los costados.
-Se hace tarde -respondió ella, con los ojos llenos de lágrimas pero tranquila-. La luna está alzándose -sonrió; sus labios se posaron en los labios de él-. Bailemos, que la luna brilla en tus ojos aún.
Y, con un beso, bailaron y bailaron hasta que la noche acabó. Hasta que la luna, hermosa, grande, pálida y redonda dejó de brillar. Hasta que la magia de un blues o un jazz, la magia de una canción melancólica, se extinguió...

1 comentario:

  1. creo haberlo leído... la nota era para mí?
    Es muy triste... me dejó unas ganas locas por bailar bajo la luna yo también...

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