viernes, 30 de julio de 2010

Despertándose





[[Dijo una sabia que la Luna es lo más bello que hay. Yo creo que existen momentos que nos recuerdan lo incompleta de esa aseveración. Mejor, creo, sería plantear que existen momentos en nuestras vidas que son tan hermosos como la Luna; como esas miradas que damos con el alma, como esa sensación que queda en la boca después de un beso, como el escalofrío que recorre nuestras espaldas después de suaves caricias. En fin. Como esos tesoros que nos esperan al final de cada arco iris. Por esos momentos...]]





Me despierto. Alargo los brazos, bostezo, y esbozo una sonrisa al ver tu rostro aún pegado a la almohada.

Es temprano. Lo suficiente para levantarme, para servirme un café, y volver a la cama. Me levanto. Camino por la casa solitaria, y oigo llover. ¿Ya es invierno? Los días pasan iguales uno tras de otro, infinitos, ya no sé ni qué día es.

En la cocina, ya la cafetera está lista y el café sale rápido. Mi cabello está desordenado, pero no importa. Pensar que cuando vuelva a tu lado querrás ordenarme. Como siempre. Como me gusta.

Salgo de la cocina, y te imagino entonces tirada en la cama, junto a mí, con la brisita que da tu respiración, con la semblanza de estar durmiendo en paz. Te canto, te hablo en secreto, y te confieso mi amor, mi devoción, sin que te enteres.

Tu amor es bien de amor.

Entro en la cama junto a ti. Tú duermes. Me hace feliz verte a mi lado, pienso en ti.

–Te quiero –susurro.

–Te quiero –respondes con una sonrisita y un beso, levantándote.

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